jueves, 28 de junio de 2012

SALARIO DE 320 DOLARES / Spurrier, Walter

A inicios de su primer período, el presidente Correa explicó cómo se proponía en cuatro alzas anuales de salarios mínimos alcanzar para enero 2011, fin de su período, que una familia con 1,6 perceptores de un salario mínimo tuviese acceso a la canasta básica, en aquel entonces USD 454 y hoy 523. El objetivo se tornó obsoleto junto con la Constitución y el período de Gobierno, pero el propósito se mantiene. De la información oficial confusa trasciende que no se va a aplicar la misma fórmula anunciada en 2009, reprogramándola para 2013. De lo contrario ya se lo hubiera manifestado. Si los salarios mínimos fuesen a subir drásticamente, la consecuencia del súbito mayor poder adquisitivo de la población tendrá dos efectos: Mayor demanda de servicios. Los servicios subirían fuertemente de precio, al conjugarse varios factores: mayores costos, ya que los servicios tienden a ser intensivos en mano de obra, cuyo costo sube; para aprovechar el aumento de la demanda más allá de la venta de toda la producción; y porque los proveedores de servicios populares también querrán ganar más. Mayor demanda de bienes, lo que redundará no tanto en aumento de precios, sino en importaciones, haciendo crecer el déficit de balanza de pagos. Esto ya pasó. En 1980, en el proceso de retorno a la democracia, se redujo la semana laboral de 48 a 40 horas, se creó el quinceavo sueldo y se elevaron fuertemente los salarios, en el contexto que debido a la bonanza petrolera causada por un precio del crudo ecuatoriano equivalente a USD 92 de hoy, el tipo de cambio estaba clavado en 25 sucres por dólar. El salario mínimo, a valores de hoy, subió de USD 215 en 1979 a USD 373 en 1980. El país se endeudó y la deuda resultó muy cara ya que el Banco Central de EE.UU., para hacer caer la inflación, elevó fuertemente las tasas de interés. El Gobierno se seguía endeudando hasta para financiar los intereses. Ese fue el origen de la deuda "ilegítima" que recientemente el Gobierno recompró. El Comercio, 25 ago. 2009, p. 10

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